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domingo, 18 de noviembre de 2007

Inauguración...

Bueno, pues tras intentar configurar el blog de acuerdo a las necesidades, creemos que nuestro deber es inaugurarlo como si de un acontecimiento mundial se tratase ¬¬; y para ello colgaremos una noticia sobre la capacidad de superación de las personas ante las dificultades que nos plantea la vida.
Ya es conocida por casi todos la gesta de Oscar Pistorius, este atleta que coloca a la IAAF ante una incómoda encrucijada por no permitirle correr en unos JJ.OO., es capaz de bajar hasta los 46.34 segundos en los 400 metros lisos, marca que no está al alcance de cualquiera y aún menos si no posees piernas de rodillas hacia abajo.
Al igual que Pistorius exiten otros casos que merecen nuestra admiración, es el caso de Nicolás Pueta (Fuente: El Correo de Andalucía):

El rugby es un deporte que se adapta a cualquier cuerpo. Los gruesos empujan en la melé, los altos sirven para la segunda línea, los bajitos, con espíritu de guindilla, de medios... incluso se puede placar, saltar en la touche y percutir sobre los contrarios con una sola pierna. Como Nicolás Pueta.
Este joven argentino que juega como tercera línea en el equipo de San Andrés se ha ganado la admiración del mundo del rugby por su desbordante afición. Hace unos días, durante la cena de gala de la International Rugby Board, le entregaron el premio Espíritu del Rugby. Antes de recibir el galardón, los asistentes a la gala pudieron ver unas imágenes de Pueta desempeñándose sobre el terreno de juego, a saltos. Los asistentes, emocionados y conmovidos, se pusieron en pie y aplaudieron largamente al muchacho. Recibió el galardón de manos de Felipe Contepomi, y en presencia del capitán Agustín Pichot y del apertura Juan Martín Hernández (integrantes de la selección argentina de rugby).
Pueta sufre una malformación en el fémur de su pierna izquierda. De pequeño pasó tres veces por el quirófano (tras una de ellas, estuvo un año sin poder caminar), pero a los 10 años se negó a seguir sufriendo. «Yo nací así y me quiero quedar así», gritó. «Empecé entrenando de chiquito en el colegio. Al principio tenía que ir a cambiarme a las casas de mis amigos porque mi papá, Daniel, que jugó a rugby en Obras y Pueyrredón, no me dejaba. Después se empezaron a dar cuenta», recuerda. Hijo de una profesora de Educación Física, el joven Pueta también se defendía en fútbol, natación, baloncesto y atletismo (hacía salto de altura: era capaz de batir 1,45 sobre una sola pierna). «Pero el rugby me gustaba por mi viejo. Le pedía los botines a mi hermano Agustín, dos años menor. Me apretaban el pie», sonríe. «Jugaba a otros deportes para sacarme la leche de no poder jugar al rugby. En fútbol era defensor o arquero, que era lo más lindo porque me podía revolcar y agarrar la pelota con las manos, como en el rugby, lo que más me gusta». ¡Vaya que si le gusta!
Hace unas semanas, Nicolás Pueta cumplió un sueño. Fue uno de los 200 voluntarios que colaboraron con las selecciones que disputaron el Mundial de Rugby de Francia. Hizo bien su trabajo, sobre una pierna.

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